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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

mil escudos, y nos avisó de su partida, rogándome que si me rescatase, supiese luego el jardín de su padre, y que en todo caso buscase ocasión de ir allá y verla. Respondíle en breves palabras que así lo haría, y que tuviese cuidado de encomendarnos á Lela Marién con todas aquellas oraciones que la cautiva le había enseñado. Hecho esto, dióse orden en que los tres compañeros míos se rescatasen, por facilitar la salida del baño, y porque, viéndome á mí rescatado y á ellos no, pues había dinero, no se alborotasen, y les persuadiese el diablo que hiciesen alguna cosa en perjuicio de Zoraida; que, puesto que el ser ellos quienes eran me podía asegurar deste temor, con todo eso, no quise poner el negocio en aventura; y así, los hice rescatar por la misma orden que yo me rescaté, entregando todo el dinero al mercader, para que con certeza y seguridad pudiese hacer la fianza; al cual nunca descubrimos nuestro trato y secreto, por el peligro que había.