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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

mujer, sin amigos y sin criados, desamparado, á su parecer, del cielo que le cubría, y sobre todo, sin honra, porque en la falta de Camila vió su perdición. Resolvióse, en fin, á cabo de una gran pieza, de irse á la aldea de su amigo, donde había estado cuando dió lugar á que se maquinase toda aquella desventura. Cerró las puertas de su casa, subió á caballo, y con desmayado aliento se puso en camino; y apenas hubo andado la mitad, cuando, acosado de sus pensamientos, le fué forzoso apearse y arrendar su caballo á un árbol, á cuyo tronco se dejó caer, dando tiernos y dolorosos suspiros, y allí se estuvo hasta casi que anochecía, y á aquella hora vió que venía un hombre á caballo, de la ciudad, y después de haberle saludado le preguntó qué nuevas había en Florencia.

»El ciudadano respondió:

»—Las más extrañas que muchos días há se han oído en ella; porque se dice públicamente que Lotario, aquel grande amigo de Anselmo el rico, que vivía en San )uan, se llevó esta noche á Camila, mujer de Anselmo, el cual tampoco parece. Todo esto ha dicho una criada de Camila, que anoche la halló el gobernador descolgándose con una sábana por las ventanas de la casa de Anselmo. En efecto, no sé puntualmente cómo pasó el negocio; sólo sé que toda la ciudad está admirada deste suceso, porque no se podía esperar tal hecho de la mucha y familiar amistad de los dos, que dicen que era tanta, que los llamaban los dos amigos.

»—¿Sábese, por ventura, dijo Anselmo, el camino que llevan Lotario y Camila?

»—Ni por pienso, dijo el ciudadano; puesto que el gobernador ha usado de mucha diligencia en buscarlos.

»—A Dios vais, señor, dijo Anselmo.

»—Con él quedéis, respondió el ciudadano; y fuése.

»Con tan desdichadas nuevas, casi, casi llegó á términos Anselmo, no sólo de perder el juicio, sino de acabar la vida. Levantóse como pudo, y llegó á casa de su amigo, que aun no sabía su desgracia; mas,