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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

»—No tengas pena, señora: de aquí á mañana, respondió Leonela, yo pensaré qué le digamos; y quizá que por ser la herida donde es, la podrás encubrir sin que él la vea, y el cielo será servido de favorecer á nuestros tan justos y tan honrados pensamientos. Sosiégate, señora mía, y procura sosegar tu alteración, porque mi señor no te halle sobresaltada; y lo demás déjalo á mi cargo y al de Dios, que siempre acude á los buenos deseos.

»Atentísimo había estado Anselmo á escuchar y á ver representar la tragedia de la muerte de su honra; la cual con tan extraños y eficaces afectos la representaron los personajes della, que pareció que se habían transformado en la misma verdad de lo que fingían. Deseaba mucho la noche, y el tener lugar para salir de su casa y ir á verse con su buen amigo Lotario, congratulándose con él de la margarita preciosa que había hallado en el desengaño de la bondad de su esposa. Tuvieron cuidado las dos de darle lugar y comodidad á que saliese; y él, sin perdella, salió, y luego fué á buscar á Lotario, el cual hallado, no se puede buenamente contar los abrazos que le dió, las cosas que de su contento le dijo, las alabanzas que dió á Camila; todo lo cual escuchó Lotario sin poder dar muestras de alguna alegría, porque se le representaba á la memoria cuán engañado estaba su amigo, y cuán injustamente él le agraviaba; y aunque Anselmo veía que Lotario no se alegraba, creyó ser por haber dejado á Camila herida, y haber él sido la causa; y así, entre otras razones, le dijo que no tuviese pena del suceso de Camila, porque sin duda la herida era ligera, pues quedaban de concierto de encubrírsela á él, y que, según esto, no había de qué temer: sino que de allí adelante se gozase y alegrase con él, pues por su industria y medio él se veía levantado á la más alta felicidad que acertara á desearse, y quería que no fuesen otros sus entretenimientos que en hacer versos en alabanza de Camila, que la hiciesen eterna en la memoria de los siglos venideros. Lotario alabó su buena determinación, y dijo que él por su parte ayudaría á levantar tan ilustre edificio. Con esto quedó Anselmo el hombre más sabrosamente engañado que