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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

en tan manifiesto peligro de perderte. Y porque claro lo veas, dime, Anselmo: ¿tú no me has dicho que tengo de solicitar á una retirada, persuadir á una honesta, ofrecer á una desinteresada, servir á una prudente? Sí que me lo has dicho. Pues si tú sabes que tienes mujer retirada, honesta, desinteresada y prudente, ¿qué buscas? Y si piensas que de todos mis asaltos ha de salir vencedora, como saldría sin duda, ¿qué mejores títulos piensas darle después que los que ahora tiene? ó ¿qué será más después de lo que es ahora? O es que tú no la tienes por la que dices, ó tú no sabes lo que pides: si la tienes por la que dices, ¿para qué quieres probarla, sino, como á mala, hacer della lo que más te viniere en gusto? Mas si es tan buena como crees, impertinente cosa será hacer experiencia de la misma verdad, pues después de hecha, se ha de quedar con la estimación que primero tenía. Así que, es razón concluyente que el intentar las cosas de las cuales antes nos puede suceder daño que provecho, es de juicios sin discurso y temerarios, y más cuando quieren intentar aquellas á que no son forzados ni compelidos, y que de muy lejos, traen descubierto que el intentarlas es manifiesta locura.

»Las cosas dificultosas se intentan por Dios, ó por el mundo, ó por entrambos á dos: las que se acometen por Dios son las que acometieron los santos, acometiendo á vivir vida de ángeles en cuerpos humanos; las que se acometen por respeto del mundo son las de aquellos que pasan tanta infinidad de agua, tanta diversidad de climas, tanta extrañeza de gentes, por adquirir estos que llaman bienes de fortuna; y las que se intentan por Dios y por el mundo juntamente son aquellas de los valerosos soldados, que apenas ven en el contrario muro abierto tanto espacio cuanto es el que pudo hacer una redonda bala de artillería, cuando, puesto aparte todo temor, sin hacer discurso ni advertencia al manifiesto peligro que les amenaza, llevados en vuelo de las alas del deseo de volver por su fe, por su nación y por su rey, se arrojan intrépidamente por la mitad de mil contrapuestas muertes que los esperan. Estas cosas son las que suelen intentarse, y es honra, glo-