mal término, y hacer pagado á Andrés hasta el último maravedí, á despecho y pesar de cuantos villanos hubiese en el mundo.
A lo que ella respondió que advirtiese que no podía, conforme al don prometido, entremeterse en ninguna empresa hasta acabar la suya; y que pues esto sabía él mejor que otro alguno, que sosegase el pecho hasta la vuelta de su reino.
—Así es verdad, respondió don Quijote, y es forzoso que Andrés tenga paciencia hasta la vuelta, como vos, señora, decís; que yo le torno á jurar y á prometer de nuevo de no parar hasta hacerle vengado y pagado.
—No me creo desos juramentos, dijo Andrés; más quisiera tener agora con qué llegar á Sevilla, que todas las venganzas del mundo; déme, si tiene ahí, algo que coma y lleve, y quédese con Dios su merced y todos los caballeros andantes, que tan bien andantes sean ellos para consigo, como lo han sido para conmigo.
Sacó de su repuesto Sancho un pedazo de pan y otro de queso, y dándoselo al mozo, le dijo:
—Toma, hermano Andrés; que á todos nos alcanza parte de vuestra desgracia.
—Pues ¿qué parte os alcanza á vos? preguntó Andrés.
—Esta parte de queso y pan que os doy, respondió Sancho; que Dios sabe si me ha de hacer falta ó no; porque os hago saber, amigo, que los escuderos de los caballeros andantes estamos sujetos á mucha hambre y á mala ventura, y aun á otras cosas que se sienten mejor que se dicen.
Andrés asió de su pan y queso; y viendo que nadie le daba otra cosa, abajó su cabeza, y tomó el camino en las manos, como suele decirse. Bien es verdad que al partirse dijo á don Quijote:
—Por amor de Dios, señor caballero andante, que si otra vez me encontrare, aunque vea que me hacen pedazos, no me socorra ni ayude, sino déjeme con mi desgracia, que no será tanta, que no sea mayor la que me vendrá de su ayuda de vuestra merced, á quien