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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

—Todo va bien hasta agora, dijo don Quijote; pero dime ¿qué joya fué la que te dió al despedirte, por las nuevas que de mí le llevaste? porque es usada y antigua costumbre, entre los caballeros y damas andantes, dar á los escuderos, doncellas ó enanos que les llevan nuevas, de sus damas á ellos, á ellas de sus andantes, alguna rica joya en albricias y en agradecimiento de su recado.

—Bien puede eso ser así, y yo la tengo por buena usanza; pero eso debía de ser en los tiempos pasados; que ahora sólo se debe de acostumbrar el dar un pedazo de pan y queso; que esto fué lo que me dió mi señora Dulcinea por las bardas de un corral cuando della me despedí, y aun, por más señas, era el queso ovejuno.

—Es liberal en extremo, dijo don Quijote; y si no te dió joya de oro, sin duda debió de ser porque no la tendría allí á la mano para dártela; pero buenas son mangas después de pascua: yo la veré, y se satisfará todo. ¿Sabes de qué estoy maravillado, Sancho? de que me parece que fuiste y viniste por los aires, pues poco más de dos días has tardado en ir y venir desde aquí al Toboso, habiendo de aquí allá más de treinta leguas; por lo cual me doy á entender que aquel sabio nigromante que tiene cuenta con mis cosas y es mi amigo (porque por fuerza le hay y le ha de haber, so pena que yo no sería buen caballero andante), digo que este tal te debió de ayudar á caminar sin que tú lo sintieses; que hay sabio destos que coge á un caballero andante durmiendo en su cama, y sin saber cómo ó en qué manera, amanece otro día más de mil leguas de donde anocheció, y si no fuese por esto, no se podrían socorrer en sus peligros los caballeros andantes unos á otros, como se socorren á cada paso; que acaece estar uno peleando en las sierras de Armenia con algún endriago, ó con algún fiero vestiglo, ó con otro caballero, donde lleva lo peor de la batalla, y está ya á punto de muerte; y cuando menos me cato, asoma por acullá, encima de una nube ó sobre un carro de fuego, otro caballero amigo suyo, que poco antes se hallaba en Ingalaterra, que le favorece y libra de la muerte; y á la noche se halla en su posada, cenando muy á su sabor; y suele haber de la una