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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

tras de hombre muy pensativo, sin acudir á los remedios que á su esposa se hacían para que del desmayo volviese.

»Yo, viendo alborotada toda la gente de casa, me aventuré á salir, ora fuese visto ó no, con determinación, si me viesen, de hacer un desatino tal, que todo el mundo viniera á entender la justa indignación de mi pecho en el castigo del falso don Fernando, y aun en el mudable de la desmayada traidora; pero mi suerte, que para mayores males, si es posible que los haya, me debe tener guardado, ordenó que en aquel punto me sobrase el entendimiento, que después acá me ha faltado; y así, sin querer tomar venganza de mis mayores enemigos (que por estar tan sin pensamiento mío, fuera fácil tomarla), quise tomarla de mi mano, y ejecutar en mí la pena que ellos merecían, y aun quizá con más rigor del que con ellos se usara, si entonces les diera muerte, pues la que se recibe repentina, presto acaba la pena; mas la que se dilata con tormentos, siempre mata sin acabar la vida. En fin, yo salí de aquella casa, y vine á la de aquél donde había dejado la mula; hice que me la ensillase, sin despedirme dél subí en ella, y salí de la ciudad, sin osar, como otro Lot, volver el rostro á miralla; y cuando me vi en el campo solo, y que la oscuridad de la noche me encubría y su silencio convidaba á quejarme, sin respeto ó miedo de ser escuchado ni conocido, solté la voz y desaté la lengua en tantas maldiciones de Luscinda y de don Fernando, como si con ellos satisficiera el agravio que me habían hecho.

»Díle títulos de cruel, de ingrata, de falsa y desagradecida; pero sobre todos, de codiciosa, pues la riqueza de mi enemigo la había cerrado los ojos de la voluntad para quitármela á mí, y entregarla á aquél con quien más liberal y franca la fortuna se había mostrado; y en mitad de la fuga destas maldiciones y vituperios la disculpaba, diciendo que no era mucho que una doncella recogida en casa de sus padres, hecha y acostumbrada siempre á obedecerlos, hubiese querido condescender con su gusto, pues le daban por esposo á un caballero tan principal, tan rico y tan gentilhombre, que á no querer recibirle, se

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