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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

samiento y condición mudable de una mujer? Ninguno, por cierto. Digo, pues, que así como Luscinda me vió, me dijo:

»—Cardenio, de boda estoy vestida; ya me están aguardando en la sala don Fernando el traidor, y mi padre el codicioso, con otros testigos, que antes lo serán de mi muerte que de mi desposorio. No te turbes, amigo, sino procura hallarte presente á este sacrificio, el cual, si no pudiere ser estorbado de mis razones... una daga llevo escondida, que podrá estorbar más determinadas fuerzas, dando fin á mi vida y principio á que conozcas la voluntad que te he tenido y tengo.

»Yo le respondí, turbado y apriesa, temeroso no me faltase lugar para responderla:

»—Hagan, señora, tus obras verdaderas tus palabras; que si tú llevas daga para acreditarte, aquí llevo yo espada para defenderte con ella, ó para matarme, si la suerte nos fuere contraria.

»No creo que pudo oir todas estas razones, porque sentí que la llamaban apriesa, porque el desposado aguardaba. Cerróse con esto la noche de mi tristeza, púsoseme el sol de mi alegría, quedé sin luz en los ojos y sin discurso en el entendimiento. No acertaba á entrar en su casa, ni podía moverme á parte alguna; pero considerando cuánto importaba mi presencia para lo que suceder pudiese en aquel caso, me animé lo más que pude y entré en su casa, y como ya sabía muy bien todas sus entradas y salidas, y más con el alboroto que de secreto en ella andaba, nadie me echó de ver: así que, sin ser visto, tuve lugar de ponerme en el hueco que hacía una ventana de la mesma sala, que con las puntas y remates de dos tapices se cubría, por entre las cuales podía yo ver sin ser visto todo cuanto en la sala se hacía. ¡Quién pudiera decir ahora los sobresaltos que me dió el corazón mientras allí estuve! ¡los pensamientos que me ocurrieron! ¡las consideraciones que hice! que fueron tantas y tales, que ni se pueden decir, ni aun es bien que se digan; basta que sepáis que el desposado entró en la sala sin otro adorno que los mesmos vestidos ordinarios que solía. Traía por padrino á un primo hermano de Luscinda, y en toda la sala no