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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

decía también del Toboso, no se podría entender la copla; y así fué la verdad, como él después confesó. Otros muchos escribió, pero, como se ha dicho, no se pudieron sacar en limpio ni enteros más destas tres coplas. En esto y en suspirar, y en llamar á los faunos y silvanos de aquellos bosques, á las ninfas de los ríos, á la dolorosa y húmida Eco, que le escuchasen, respondiesen y consolasen, se entretenía, y en buscar algunas hierbas con que sustentarse en tanto que Sancho volvía; que si, como tardó dos días, tardara dos semanas, el caballero de la Triste Figura quedara tan desfigurado, que no le conociera la madre que lo parió.

Y será bien dejalle envuelto entre sus suspiros y versos, por contar lo que le avino á Sancho Panza en su mandadería; y fué, que en saliendo al camino real, se puso en busca del Toboso, y otro día, llegó á la venta donde le había sucedido la desgracia de la manta; y no la hubo bien visto, cuando le pareció que otra vez andaba en los aires, y no quiso entrar dentro, aunque llegó á hora que lo pudiera y debiera hacer, por ser la del comer, y llevar en deseo de gustar algo caliente; que había grandes días que todo era fiambre.

Esta necesidad le forzó á que llegase junto á la ventana, todavía dudoso si entraría ó no; y estando en esto salieron de la venta dos personas, que luego le conocieron, y dijo el uno al otro:

—Dígame, señor licenciado, aquel del caballo ¿no es Sancho Panza, el que dijo el ama de nuestro aventurero que había salido con su señor por escudero?

—Sí es, dijo el licenciado, y aquel es el caballo de nuestro don Quijote.

Y conociéronle tan bien como aquellos que eran el cura y el barbero de su mismo lugar, y los que hicieron el escrutinio y auto general de los libros; los cuales, así como acabaron de conocer á Sancho Panza y á Rocinante, deseosos de saber de don Quijote, se fueron á él, y el cura le llamó por su nombre, diciéndole:

—Amigo Sancho Panza, ¿adónde queda vuestro amo?

Conociólos luego Sancho Panza, y determinó de encubrir el lugar