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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

no le valieron tretas con Bernardo del Carpio, que se las entendió, y le ahogó entre los brazos en Roncesvalles. Pero, dejando en él lo de la valentía á una parte, vengamos á lo de perder el juicio, que es cierto que le perdió, por las señales que halló en la fontana, y por las nuevas que le dió el pastor, de que Angélica había dormido más de dos siestas con Medoro, un morillo de cabellos enrizados, paje de Agramante. Y si él entendió que esto era verdad, y que su dama le había cometido desaguisado, no hizo mucho en volverse loco; pero yo, ¿cómo puedo imitalle en las locuras, si no le imito en la ocasión dellas? Porque mi Dulcinea del Toboso... osaré yo jurar que no ha visto en todos los días de su vida moro alguno, así como él es, en su mismo traje, y que se está hoy como la madre que la parió; y haríale agravio manifiesto si, imaginando otra cosa della, me volviese loco de aquel género de locura de Roldan el furioso. Por otra parte veo que Amadís de Gaula, sin perder el juicio y sin hacer locuras alcanzó tanta fama de enamorado como el que más; porque lo que hizo, según su hitsoria, no fué más de que (por verse desdeñado de su señora Oriana, que le había mandado que no pareciese ante su presencia hasta que fuese su voluntad), se retiró á la Peña Pobre en compañía de un ermitaño, y allí se hartó de llorar hasta que el cielo le acorrió en medio de su mayor cuita y necesidad. Y si esto es verdad, como lo es, ¿para qué quiero yo tomar trabajo agora de desnudarme del todo, ni dar pesadumbre á estos árboles, que no me han hecho mal alguno, ni para qué tengo de enturbiar el agua clara destos arroyos, los cuales me han de dar de beber cuando tenga gana? Viva la memoria de Amadís, y sea imitado de don Quijote de la Mancha en todo lo que pudiere; del cual se dirá lo que del otro se dijo, que, si no acabó grandes cosas, murió por acometellas; y si yo no soy desechado ni desdeñado de mi Dulcinea, bástame, como ya he dicho, estar ausente della. Ea, pues manos á la obra: venid á mi memoria, cosas de Amadís, y enseñadme por dónde tengo de comenzar á imitaros. Mas yo sé que lo más que él hizo fué rezar, y encomendarse á Dios; pero ¿de qué haré