Mas no hubo andado cien pasos, cuando volvió, y dijo:
—Digo, señor, que vuestra merced ha dicho muy bien; que, para que pueda jurar sin cargo de conciencia que le he visto hacer locuras, será bien que vea siquiera una, aunque bien grande la he visto en la quedada de vuestra merced.
—¿No te lo dedía yo? dijo don Quijote. Espérate, Sancho, que en un credo las haré.
Y desnudándose con toda priesa los calzones, quedó en carnes y en pañales; y luego, sin más ni más, dió dos zapatetas en el aire, y dos tumbas, la cabeza abajo y los pies en alto, descubriendo cosas que, por no verlas otra vez, volvió Sancho la rienda á Rocinante, y se dió por contento y satisfecho de que podía jurar que su amo quedaba loco: y así, le dejaremos ir su camino hasta la vuelta, que fué breve.