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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

otras muchas que la rodeaban. Corría por su falda un manso arroyuelo, y hacíase por toda su redondez un prado tan verde y vicioso, que daba contento á los ojos que le miraban; había por allí muchos árboles silvestres y algunas plantas y flores, que hacían el lugar apacible. Este sitio escogió el caballero de la Triste Figura para hacer su penitencia; y así, en viéndole comenzó á decir en voz alta, como si estuviera sin juicio:

—Este es el lugar ¡oh cielos! que diputo y escojo para llorar la desventura en que vosotros mesmos me habéis puesto; este es el sitio donde el humor de mis hojos acrecentará las aguas de este pequeño arroyo, y mis continuos y profundos suspiros moverán á la contina las hojas de estos montaraces árboles, en testimonio y señal de la pena que mi asendereado corazón padece. ¡Oh vosotros, quien quiera que seáis, rústicos dioses, que en este inhabitable lugar tenéis vuestra morada! oíd las quejas deste desdichado amante, á quien una luenga ausencia y unos imaginados celos han traído á lamentarse entre estas asperezas, y á quejarse de la dura condición de aquella ingrata y bella, término y fin de toda humana hermosura. ¡Oh vosotras, napeas y dríadas, que tenéis por costumbre de habitar en las espesuras de los montes! así los ligeros y lascivos sátiros, de quien sois, aunque en vano, amadas, no perturben jamás vuestro dulce sosiego, que me ayudéis á lamentar mi desventura, ó á lo menos no os canséis de oílla. ¡Oh Dulcinea del Toboso, día de mi noche, gloria de mi pena, norte de mis caminos, estrella de mi ventura! así el cielo te la dé buena en cuanto acertares á pedirle, que consideres el lugar y el estado á que tu ausencia me ha conducido, y que con buen término correspondas al que á mi fe se le debe. ¡Oh solitarios árboles, que desde hoy en adelante habéis de hacer compañía á mi soledad! dad indicio con el blando movimiento de vuestras ramas, que no os desagrada mi presencia. ¡Oh tú, escudero mío, agradable compañero en mis prósperos y adversos sucesos! toma bien en la memoria lo que aquí me verás hacer, para que lo cuentes y recites á la causa total de todo ello.

Tomo I.—58