Página:El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha (1905, vol 1).djvu/374

Esta página ha sido corregida
228
DON QUIJOTE DE LA MANCHA

y así hicieron noche entre dos peñas y entre muchos alcornoques. Pero la suerte fatal que, según opinión de los que no tienen lumbre de la verdadera fe, todo lo guía, guisa y compone á su modo, ordenó que Ginés de Pasamonte, el famoso embustero y ladrón, que, de la cadena, por virtud y locura de don Quijote, se había escapado, llevado del miedo de la Santa Hermandad, de quien con justa razón temía, acordó de esconderse en aquellas montañas, y llevóle su suerte y su miedo á la misma parte donde había llevado á don Quijote y á Sancho Panza, á hora y tiempo que los pudo conocer, y á punto que los dejó dormir; y como siempre los malos son desagradecidos, y la necesidad sea ocasión de acudir á lo que no se debe, y el remedio presente venza á lo por venir, Ginés, que no era ni agradecido ni bien intencionado, acordó de hurtar el asno á Sancho Panza, no curándose de Rocinante por ser prenda tan mala para empeñada como para vendida. Dormía Sancho Panza, hurtóle su jumento, y antes que amaneciese, se halló bien lejos de poder ser hallado. Salió el aurora alegrando la tierra y entristeciendo á Sancho Panza, porque halló menos su rucio; el cual, viéndose sin él, comenzó á hacer el más triste y doloroso llanto del mundo, y fué de manera que don Quijote despertó á las voces, y oyó que en ellas decía: «¡Oh hijo de mis entrañas, nacido en mi mesma casa, brinco de mis hijos, regalo de mi mujer, envidia de mis vecinos, alivio de mis cargas, y finalmente sustentador de la mitad de mi persona, porque con veintiséis maravedís que ganabas cada día, mediaba yo mi despensa!»

Don Quijote, que vió el llanto y supo la causa, consoló á Sancho con las mejores razones que pudo, y le rogó que tuviese paciencia, prometiéndole de darle una cédula de asnos, para que le diesen tres en su casa de cinco que había dejado en ella. Consolóse Sancho con esto, y limpió sus lágrimas, templó sus sollozos, y agradeció á don Quijote la merced que le hacía; y cargando con todo aquello que había de llevar el rucio, merced á Ginesillo de Pasamonte, siguió á su amo por donde Rocinante le llevaba, hasta que en diversas pláticas llegaron al pie de una alta montaña, que así como peñón tajado estaba sola entre