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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

—Señor, respondió Sancho, y ¿es buena regla de caballería que andemos perdidos por estas montañas sin senda ni camino, buscando á un loco, al cual, después de hallado, quizá le vendrá en voluntad de acabar lo que dejó comenzado, no de su cuento, sino de la cabeza de vuestra merced y de mis costillas, acabándonoslas de romper de todo punto?

—Calla, te digo otra vez, Sancho, dijo don Quijote; porque te hago saber que no tanto me trae por estas partes el deseo de hallar al loco, cuanto el que tengo de hacer en ellas una hazaña con que he de ganar perpetuo nombre y fama en todo lo descubierto de la tierra; y será tal, que he de echar con ella el sello á todo aquello que puede hacer perfeto y famoso a un andante caballero.

—Y ¿es de muy gran peligro esa hazaña? preguntó Sancho Panza.

—No, respondió el de la Triste Figura; puesto que de tal manera podía correr el dado, que echásemos azar en lugar de encuentro; pero todo ha de estar en tu diligencia.

—¿En mi diligencia? dijo Sancho.

—Sí, dijo don Quijote; porque, si vuelves presto de adonde pienso enviarte, presto se acabará mi pena, y presto comenzará mi gloria. Y porque no es bien que te tenga más suspenso, esperando en lo que han de parar mis razones, quiero, Sancho, que sepas que el famoso Amadís de Gaula fué uno de los más perfectos caballeros andantes... No he dicho bien fué uno; fué el solo, el primero, el único, el señor de todos cuantos hubo en su tiempo en el mundo. ¡Mal año y mal mes para don Belianis y para todos aquellos que dijeren que se le igualó en algo! porque se engañan, juro, cierto. Digo asimismo que cuando algún pintor quiere salir famoso en su arte, procura imitar los originales de los más únicos pintores que sabe; y esta misma regla corre por todos los más oficios ó ejercicios de cuenta, que sirven para adorno de las repúblicas; y así lo ha de hacer y hace el que quiere alcanzar nombre de prudente y sufrido, imitando á Ulises. en cuya persona y trabajos nos pinta Homero un retrato vivo de prudencia y de sufrimiento, como también nos mostró Virgilio en persona de Eneas, el valor de un hijo