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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

tiempos la locura; que si esto supieran, hubieran estado sobre aviso para poderse guardar. Respondió el cabrero, que ya lo había dicho, y que si él no lo había oído, que no era suya la culpa. Replicó Sancho Panza, y tornó á replicar el cabrero, y fué el fin de las réplicas asirse de las barbas y darse tales puñadas que, si don Quijote no los pusiera en paz, se hicieran pedazos.

Decía Sancho, asido con el cabrero:

—Déjeme vuestra merced, señor caballero de la Triste Figura; que en éste, que es villano como yo, y no está armado caballero, bien puedo á mi salvo satisfacerme del agravio que me ha hecho, peleando con él mano a mano como hombre honrado.

—Así es, dijo don Quijote; pero yo sé que él no tiene ninguna culpa de lo sucedido.

Con esto los apaciguó, y don Quijote volvió a preguntar al cabrero si sería posible hallar á Cardenio, porque quedaba con grandísimo deseo de saber el fin de su historia. Díjole el cabrero lo que primero había dicho, que era no saber de cierto su manida; pero que, si anduviese mucho por aquellos contornos, no dejaría de hallarle, ó cuerdo o loco.