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CAPÍTULO XVII
Donde se prosiguen los innumerables trabajos que el bravo don Quijote y su buen escudero Sancho Panza pasaron en la venta, que por su mal don Quijote pensó que era castillo.

ABÍA ya vuelto en este tiempo de su parasismo don Quijote; y con el mismo tono de voz con que el día antes había llamado á su escudero cuando estaba tendido en el val de las estacas, le comenzó á llamar, diciendo:

—Sancho amigo, ¿duermes? ¿Duermes, amigo Sancho?

—¡Qué tengo de dormir, pesia á mí! respondió Sancho, lleno de pesadumbre y de despecho; que no parece sino que todos los diablos han andado conmigo esta noche.

—Puédeslo creer así sin duda, respondió don Quijote; porque, ó yo sé poco, ó este castillo es encantado; porque has de saber... Mas esto que ahora quiero decirte, hasme de jurar que lo tendrás secreto hasta después de mi muerte.

—Sí juro, respondió Sancho.