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CAPÍTULO XVI
De lo que sucedió al ingenioso hidalgo en la venta, que él imaginaba ser castillo


L ventero, que vió á don Quijote atravesado en el asno, preguntó á Sancho qué mal traía. Sancho le respondió que no era nada, sino que había dado una caída de una peña abajo, y que tenía algo brumadas las costillas. Tenía el ventero por mujer á una, no de la condición que suelen tener las de semejante trato, porque naturalmente era caritativa y se dolía de las calamidades de sus prójimos; y así, acudió luego á curar á don Quijote, y hizo que una hija suya, doncella, muchacha y de muy buen parecer, la ayudase á curar á su huésped. Servía en la venta asimismo una moza asturiana, ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta, y del otro no muy sana: verdad es que la gallardía del cuerpo suplía las demás faltas; no tenía siete palmos de los pies á la cabeza, y las espaldas, que algún tanto le cargaban, la hacían mirar al suelo más de lo que ella quisiera. Esta gentil moza, pues, ayudó á la doncella, y las dos hicieron una muy mala cama á don Quijote en un camaranchón que, en otros tiempos, daba manifiestos indicios que había servido de pajar muchos años, en el cual también alojaba un arriero, que tenía su cama hecha un poco más allá

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