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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

terrible y gozar de hermosura tan extremada. Por ser todo lo que he contado tan averiguada verdad, me doy á entender que también lo es lo que nuestro zagal dijo que se decía de la causa de la muerte de Grisóstomo; y así os aconsejo, señor, que no dejéis de hallaros mañana á su entierro, que será muy de ver, porque Grisóstomo tiene muchos amigos, y no está deste lugar á aquel donde manda enterrarse media legua.

—En cuidado me lo tengo, dijo don Quijote, y agradézcoos el gusto que me habéis dado con la narración de tan sabroso cuento.

—¡Oh! replicó el cabrero, aun no sé yo la mitad de los casos sucedidos á los amantes de Marcela; mas podría ser que mañana topásemos en el camino algún pastor que nos los dijese; y por ahora bien será que os vais á dormir debajo de techado, porque el sereno os podría dañar la herida, puesto que es tal la medicina que se os ha puesto, que no hay que temer de contrario accidente.

Sancho Panza, que ya daba al diablo el tanto hablar del cabrero, solicitó por su parte que su amo se entrase á dormir en la choza de Pedro. Hízolo así, y todo lo más de la noche se le pasó en memorias de su señora Dulcinea, á imitación de los amantes de Marcela. Sancho Panza se acomodó entre Rocinante y su jumento, y durmió, no como enamorado desfavorecido, sino como hombre molido á coces.