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CAPÍTULO XI
De lo que le sucedió á don Quijote con unos cabreros

UE recogido de los cabreros con buen ánimo; y habiendo Sancho, lo mejor que pudo, acomodado á Rocinante y á su jumento, se fué tras el olor que despedían de sí ciertos tasajos de cabra, que, hirviendo al fuego, en un caldero estaban; y aunque él quisiera en aquel mismo punto ver si estaban en sazón de trasladarlos del caldero al estómago, lo dejó de hacer porque los cabreros los quitaron del fuego, y tendiendo por el suelo unas pieles de ovejas, aderezaron con mucha priesa su rústica mesa, y convidaron á los dos, con muestras de muy buena voluntad, con lo que tenían. Sentáronse á la redonda de las pieles cinco dellos, de seis que eran los que en la majada había, habiendo primero con groseras ceremonias rogado á don Quijote que se sentase sobre un dornajo, que vuelto del revés le pusieron. Sentóse don Quijote, y quedábase Sancho en pie para servirle la copa, que era hecha de cuerno. Viéndole en pie su amo, le dijo:

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