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y está lejos de merecer elogio para los causantes, pues nadie ignora que se efectúa á su pesar; mas esto mismo demuestra con mayor evidencia la superioridad de las ideas modernas, á las cuales debieron tomar lo que tienen de más fecundo y humano sus adversarios mismos para poder subsistir.

Resulta así el jesuita un tipo moderno, más lógico en nuestro estado que el monje de tradición medioeval; un hombre de acción ante todo, para quien parece haberse hecho aquello de rogar y dar con el mazo.

Intransigente en el dogma, por la razón de perennidad antes enunciada, pero flexible en la conducta; adaptable, porque es utilitario y sólo le interesa la consecución de su propósito; hábil, antes que inspirado, y observador, antes que fervoroso; ahorrando cuanto puede de contemplación divina, para aplicarse de preferencia á la acción en la lucha humana; abandonando la tristeza, tan característica de la Edad Media, para entregarse á la ciencia que crea el bienestar; reaccionando sobre el odio al rico, que es la base del cristianismo puro, porque la filosofía, predominante en él sobre