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misma piedad es distinta. Al exaltado fervor de la mística, San Ignacio lo reemplaza con el procedimiento de sus Ejercicios, verdadero tratado de psicología en que el examen, del cual no podía prescindirse ya ni en las conversiones, suple al éxtasis inspirador. Basta comparar la tristeza contemplativa que llena las meditaciones de la Imitación, con el sagaz análisis del libro jesuítico. Comprendiendo que los tiempos de entusiasmo habían pasado, se sustituyó á la contrición, es decir al dolor de haber pecado, por la atrición, ó sea el temor del Infierno; de modo que el criterio utilitario primaba aun en las reglas de la conciencia.

La moral acomodaticia y la piedad afable, compusieron aquella política espiritual, como si el Renacimiento que helenizaba á la Europa, hubiera impuesto también á la religión un cariz de benevolencia griega.

Sixto V había preferido aliarse con Enrique de Navarra, Guillermo de Orange é Isabel de Inglaterra, es decir los representantes coronados de la herejía, contra la católica España, para evitar su engrandecimiento perturbador; poniendo así los intereses temporales de la soberanía pontificia,