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y genovés, circulaban con relativa profusión, clandestinamente reimpresos algunos en la misma Castilla. La unión con Inglaterra, estrecha entonces, por la doble relación del comercio y de la alianza inalterable, que subsistió desde el primero de los Plantagenet y Alfonso VII de Castilla, hasta María Estuardo y Felipe II-fomentaba la propaganda herética. Así este monarca, una vez concluídas sus guerras en Italia y Francia, consagróse entusiastamente á la represión de la herejía, empezando su campaña en 1558.

El espíritu de la Edad Media, volvió á dominar imperioso. Durante ella, y bajo la influencia exclusiva de la Iglesia, había reinado la inmovilidad. A condición de no cambiar nada, se podía discutir todo, siendo un error creer que no existía la libertad de discusión. Era, sin embargo, una libertad puramente dialéctica, puesto que demandaba, ante todo, la conformidad con lo establecido. De aquí que hereje, quiera decir estrictamente «disconforme». Tener opinión propia era el verdadero delito.

De esta inmovilidad fundamental, que limitaba las operaciones filosóficas á sacar consecuencias de los principios invariables, nació el predominio