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engendraron la música popular; y ésta formó, como quien dice, el comentario del despotismo, en consorcio con aquella poesía donde flotan las añoranzas y los desengaños de una raza, que en su literatura posee historias enteras «de árabes que han muerto de amor» [1]; las quimeras de éste, único paraíso para el esclavo, cuyos celos lo guardan cual sanguinarios mastines; la indefinida protesta de un pueblo aherrojado en el calabozo teológico, del cual es el monarca la centinela, cuando la nacionalidad al integrarse ensanchaba sus horizontes, que aun se amplificarían con el Descubrimiento hasta la infinitud del mar, convirtiendo en amargura el hondo contraste.

Chispa y buen humor, también perecieron en el naufragio. La misma novela picaresca fué ante todo un desahogo brutal, una carcajada cínica, en la cual había más desplante de perdido que gracia verdadera-y en el fondo, en su entraña recóndita, una venganza, menos baladí de lo que parece á primera vista, contra la opresión de la conciencia.

  1. No conozco el libro; pero Stendhal lo cita en alguno de sus estudios sobre el amor, y Stendhal es de los autores á quienes puede creérseles bajo palabra.