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una sola dirección-el estilo del maestro. Ahora bien, el estilo es precisamente la debilidad de Cervantes, y los estragos causados por su influenci han sido graves. Pobreza de color, inseguridad de estructura, párrafos jadeantes que nunca aciertan con el final, desenvolviéndose en convólvulos interminables; repeticiones, falta de proporción, ese fué el legado de los que no viendo sino en la forma la suprema realización de la obra inmortal, se quedaron royendo la cáscara cuyas rugosidades escondían la fortaleza y el sabor.

Quevedo, en cambio, mucho más castizo, mucho más artista, verdadero dechado, fruto de meditación y flor de antología, murió sin sucesión, de pie como un monolito en la coraza de su prosa. Encogiéronse de hombros ante su profundidad tachada de «conceptismo», recogieron de su pródiga troje sólo las aristas que volaba el viento, y el más noble estilista español quedó transformado en un prototipo chascarrillero.

Llegó un poco más lejos, siendo más significativa, esa esterilidad. Cuando Italia florecía en artistas, al propio tiempo que los Borgias imperaban en Roma, éstos, á pesar de su pródigo fausto,