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la prosa seria, sin excluir los sermones, de corte fuertemente curial. Las parténicas del examen universitario, daban su modelo al discurso; el tono jurídico, era de rigor; las intrigas dramáticas, resultaban simples coartadas; en las más altas efusiones de la mística-otra veta casi original del genio español-hay algo de abogadil... Nada extraño en todo esto, si se considera la estrecha relación del derecho y de la teología en aquella época: el mismo diablo tenía abogado para discutir los procesos de canonización.

Las formas líricas, importadas de Italia [1], que fué el granero intelectual del Occidente cuando terminó el poder morisco, influyendo, como ya dije, hasta en la novela picaresca, la creación literaria más española-no eran tampoco muy accesibles al pueblo. Carecían de ilación con el romance, forma popular que no progresó; y siendo productos

  1. Ya era una especialidad española la importación de los propios productos con marca extranjera. Efectivamente, dichas formas fueron introducidas en Italia por los trovadores, tomándolas éstos de los árabes, cuyas fueron originariamente, por la influencia intermediaria del papado de Aviñón sobre España; viniendo así ésta á recibir como subalterna, la preciosa herencia que no supo conservar.