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rastrojo por no tener como transportarlas, proveyéndose las otras de cereales en el exterior. El bárbaro privilegio de la mesta, que arruinaba la agricultura para hacer prosperar á los carneros, aumentó la miseria general. El campesino se volvió á su vez tramposo; la insolvencia esparció por las campañas sus negras inquietudes; leguleyos tronados cayeron á punto con su aparato de latines; el hidalguillo rural trocó la siembra por el pleito y bajó á la ciudad en busca de tribunales; el labriego, sin trabajo en las tierras abandonadas, y aplastado por servicios pesadísimos, como el de bagajería (acembla, corrupción de acémila) que prestaba al Rey y á los nobles, siguió sus huellas; produciendo esa enorme concentración urbana, que es una tendencia de raza hasta hoy, es decir aumentando la ya innúmera falange del proletariado crápula é incapaz.

Sólo la nobleza, que por sus condiciones de fortuna alcanzaba á sostenerse correcta, conservó la tradición de honor, aunque exagerando, por reflejo directo, el orgullo del aventurero. Su ejemplo, que pudo ser eficaz sobre el pueblo, quedó nulo, dada la distancia á que se encontraba de él, así como