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la desorganización general, y agregando, con su fecundidad característica, elementos de la peor especie al ya acentuado orientalismo de la raza.

Chalán de mala ley, albéitar por consecuencia, contrabandista por vocación, hechicero á ratos, trápala siempre, el gitano se halló pez en aquellas turbias aguas. El medio le fué tan propicio, de tal modo se avino con el pueblo, que las reales órdenes dadas en su contra con progresiva frecuencia, desde el siglo XV al XVIII, jamás produjeron efecto. Disfrutaba de la indiferencia pública, á causa de su condición nada envidiable, cosa que no había ocurrido con el judío y con el moro. Después de todo, el gitano era para éste charamí (ladrón) y para el español, gitano (egipcio) simplemente. La diferencia me parece significativa.

Infestó las campañas, que aun conservaban su núcleo de trabajadores, convertido en mesonero cuyo traspatio era refugio de bandidos, donde servían de añagaza al caminante adiestradas Maritornes.

La falta de caminos seguros y de ríos navegables, mató el comercio interno, á punto que algunas provincias abandonaban sus cosechas en el