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del mando, tenía además en la ignorancia pública una garantía de impunidad á todo abuso. Excedióse, pues, en sentido retrógrado, y la acción depulsora, que es común á todas, fué decidida contramarcha en ella.

Las fortunas, pasajeras como es natural en un medio de pura especulación, y con tan rápida decadencia, desclasificaron, tanto en su elevación como en su caída, otra buena parte del pueblo; y la libertad de testar, adquirida por sucesivas desviaciones del derecho foral, durante el siglo XVI, agravó la perturbación; pues los señores la aprovecharon para heredar de preferencia á sus mancebas y bastardos. El azar se volvió entonces un arbitrio económico, disminuyendo, hasta perderse, toda noción de prosperidad normal. El empleado fué el único que siguió lucrando, en una administración cada vez más complicada por la necesidad de encontrar recursos en el impuesto, es decir cada vez más artificiosa. Foro, clero y ejército eran sus campos de explotación, y cada uno tuvo su peculiar habitante.

En sus marchas á través de la Europa y del Asia, el soldado se había vuelto el transeunte del