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tión de ideas y en éstas reside el secreto del progreso.

Correlativas del período industrial en que nos hallamos, las instituciones representativas son hoy indispensables á la subsistencia de los pueblos; pero eran imposibles bajo aquel régimen en el cual faltaban los tres grandes propulsores de la industria: la moneda, la libertad comercial y la libertad de conciencia.

Mantenidas por España en la Edad Media, las actuales naciones de América cayeron de golpe á la contemporánea cuando se independizaron, proviniendo de este brusco desplazamiento sus convulsiones intestinas. Tuvieron que pasar en pocos años por todo cuanto los pueblos de evolución normal habían sobrellevado durante siglos, depurándose así de sus vicios históricos; y aquello que se opusiera á su desvinculación de la Metrópoli, constituiría para ellas un grave mal.

El Imperio Jesuítico habría sido este obstáculo. Libertado con el resto de América, es seguro que no aceptaba á la independencia en su concepto fundamental, vale decir como una emancipación del espíritu. Formidable teocracia, tranquila en su