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sas, con el predominio de las razas superiores á las cuales pertenece semejante ideal; habiendo concurrido entonces á realizarlo, las mismas transgresiones aparentes que por su resultado se justifican ante la historia. No es posible aplicar a priori los principios de la justicia, ni hay mal absoluto en ninguna acción. Si el exterminio de los indios resulta provechoso á la raza blanca, ya es bueno para ésta; y si la humanidad se beneficia con su triunfo, el acto tiene también de su parte á la justicia cuya base está en el predominio del interés colectivo sobre el parcial.

La conquista jesuítica no benefició sino á sus autores, por otra parte. Los conquistados fueron víctimas del sistema español, en el cual ya constituía una exageración la empresa jesuítica.

España, conquistadora exclusiva, no sabía dominar sin oprimir, porque atacaba la unidad moral del pueblo conquistado, imponiéndole una religión y un estado civil distintos de los suyos, en vez de usar, á imitación del romano y del inglés, una discreta tolerancia para incorporarlo evolutivamente á su sér. Pero la tolerancia es virtud moderna, y el fanatismo español era medioeval.