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Queda también uno que otro sagrario, cuyo oropel interior conserva su brillo, y algún Cristo de goznes, apto para las ceremonias del Descendimiento, en su sarcófago de cristal. Las encarnaciones de estas esculturas están muy deterioradas, pero se ve que eran de buen estilo, aunque sus estigmas resultan muy exagerados. El moho las asalta en aquella perenne humedad; sus coyunturas de lienzo se desflocan, el plaste de sus junturas regurgita en sórdido engrudo, los colores se desconchan, y su expresión de majestad ó de dolor, inmovilizada entre semejante decadencia, y á veces profanada hasta lo bestial por la destrucción que demolió esa nariz ó mondó aquel bigote, produce una impresión afligente y grotesca. El tiempo, enemigo de los dioses á quienes engendra y devora según la fábula inmortal, los vuelve títeres al destruirlos, sin borrar, para mayor miseria, su resto de divinidad.

Ejemplares muy escasos de alfarería es posible hallar también, desde la teja común hasta una tosca mayólica blanquecina; así como trozos de cerraduras y trancas de fierro.

Algunas piedras, cuya situación es imposible