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le dan música para que no despierte; en otra, arropa á su niño, siempre arrullado por la música angelical, cuyos instrumentos son arpas, zampoñas y trompetas; en otra, maneja su devanadera con el mismo acompañamiento; en otra todavía, es un ángel el que ejecuta la operación para que ella pueda orar.

Estas figuras, así como el pórtico de la sacristía antes mencionada, están labradas sobre los sillares de construcción, los cuales venían á ser gigantescas teselas, que al ajustarse, componían un verdadero mosaico en alto relieve. Los arcos eran casi todos adintelados, y no pocos una imitación en madera, como la recordada al describir las ruinas de Apóstoles. Sólo en la Iglesia inconclusa de Jesús, hay unos apuntados que revelan el carácter ojival del futuro edificio; y fuera de éste existe arruinado uno de medio punto, que iba á quedar tal vez en la intersección de dos claustros.

Al encaramarse por techos y paredes, los árboles han precipitado el derrumbe de aquellos edificios. Nada resiste á su acción desorganizadora. Desencajan las dovelas, apalancan los arquitrabes, y el viento, al encorvarlos, comunica sus sacu-