Página:El Imperio Jesuitico - Leopoldo Lugones.pdf/276

Esta página ha sido validada
- 262 -

donde pulula una maleza inextricable. Unas desbordan de helechos; en otras crecen verdaderos almácigos de naranjos; aquella está llena por el monstruoso raigón de un ombú; de esa otra se lanza por una ventana, cuyo dintel ha desencajado, un añoso timbó; el musgo tiende sobre los sillares vastas felpas, y no hay juntura ó agujero por donde no reviente una raíz.

La selva entierra literalmente aquello, de tal suerte, que puede presagiarse una ruina en razón de su espesura. Internado en ella, el viajero llega abriéndose paso á fuerza de machete hasta alguna antigua pared ó poste aislado, que nada le indican; para orientarse, es indispensable dar con la plaza que sigue formando aún en medio de la maleza un sitio despejado. Está, sin embargo, disminuída, porque el bosque tiende á avanzar hacia su centro; pero su relativa desnudez, prueba que la vegetación ha buscado en efecto el barro negro de las paredes y el suelo abonado por las basura en las calles. Aquella plaza da la situación del pueblo. Está orientada á rumbo directo, con una leve declinación que no induce en error; y cada uno de sus costados es la base de una manzana