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tronato de alcaldes especiales [1] que vigilaban su trabajo diario. No bien rompía el alba, se los llevaba diariamente á la iglesia, de donde pasaban al trabajo de campos y talleres hasta las tres de la tarde. A esta hora regresaban, conducidos siempre por sus capataces, y después de nuevos rezos volvían recién á sus casas. La paternidad quedaba de hecho suprimida con este procedimiento, que preludiaba de cerca la abolición de la personalidad. Cuando llegaba el momento de que los jóvenes tomaran un oficio, los PP. lo indicaban. Igual hacían con los matrimonios, que resultaban así verdaderos apareamientos. Nada había fundado en la libre iniciativa ni en el amor, que aquellos célibes no podían entender sino como una paternidad mecánica. La obediencia pasiva acarreaba un estado ficticio de producción, y como nadie poseía nada, todos trabajaban lo menos posible Destruído el incentivo de la independencia personal por el trabajo, que al producir el máximum de esfuerzo en cada uno, beneficia á la colectivi-

  1. No se olvide que la comunidad eran, al fin de cuentas, los mismos P.P.