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mes se tiraba al blanco en todas las reducciones.

Efectuabánse con admirable precisión las convocatorias; el servicio de centinelas era permanente para los pueblos, y una reserva de doscientos caballos elegidos en cada uno, completaba aquella bélica organización. Mamelucos y salvajes experimentaron pronto sus efectos, y no iba á pasar mucho sin que las mismas tropas del Rey tuvieran que habérselas sangrientamente con los guerreros guaraníes.

La vida que los P.P. hacían, así como su situación moral respecto á los indios, mantenía entre unos y otros una distancia verdaderamente inmensa. Más que amos, estaban en una relación de semidioses con sus subordinados. Éstos no tenían relación con el mundo, sino por su intermedio. Ni los caciques sabían leer y hablar otra lengua que el guaraní. Trabajaban, pero no poseían; y todo, desde la alimentación al vestido y desde la justicia al amor, les era discernido por mano de los P.P. Carecían de cualesquiera derechos, puesto que la voluntad de aquellos reglaba la vida entera; mas en cambio se les imponía deberes: situación de esclavitud real que sólo se dife-