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En el segundo patio estaban los talleres de diversos oficios, contándose entre éstos pintores, doradores, escultores, fabricantes de utensilios en cuerno y madera y hasta relojeros. Remataba la distribución una quinta que era verdaderamente magnífica, durando hasta hoy sus naranjales.

La pompa de aquellos pueblos estaba en la iglesia, suntuosa y espaciosísima, de tres y cinco naves, variando sus dimensiones entre 70 ms. de largo por 20 de ancho (San Luis en el Brasil) y 74 por 27 (Trinidad en el Paraguay).

Eran tan ricas, que cuando el general Chagas saqueó los diez pueblos de la margen izquierda del Uruguay en 1817 [1], no obstante haber sido depredadas ya las iglesias por sacristanes y comisionados de la Corona, pudo enviar á Porto Alegre, como botín de guerra, 579 ornamentos de plata que dieron un total de 750 kgs.

Suntuosa era su decoración, así como la indumentaria de sus imágenes, toda en terciopelo y brocado. Los ornamentos, hasta las campanillas, eran de plata. Las paredes adornadas con vivas

  1. Ver el Capítulo siguiente.