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metros por cinco, y cada cual bastaba á una familia. Pesadas puertas de urunday completaban el edificio. Su interior era muy fresco, así por el gran espesor de las paredes, como por el cañizo que formaba su plafón; pero reinaba en él una suciedad verdaderamente indígena. Excavando en las ruinas, para dar con el piso antiguo, se encuentra, al alcanzar su nivel, los trozos de baldosa todavía cubiertos de hollín y de pringue. El aspecto exterior debía de ser muy pintoresco, por el contraste de los tejados rojos con el verdor metálico del naranjal. Acentuaría esta impresión la aspereza leonada de los muros, con su matiz de cemento antiguo, cuando no el suave rosa del gres, dando cierto carácter grandioso al conjunto la recia fábrica de aquellos edificios. Los muros, atizonados con fuertes machos de urunday, han resistido á todos los azotes, enlazados sus sillares sin desencajarse, por raíces de árboles que vinieron á buscar en sus junturas la tierra negra del mortero. Son ahora robustos ejemplares-higueras silvestres, naranjos y hasta cedros, que se balancean en agreste intrusión sobre ese arrasado salmer ó aquella desequilibrada imposta.