que el segundo, dejó la cabeza en la demanda [1].Pero debe agregarse que la orden no perdió en su aislamiento discrecional la disciplina característica. Castos y sobrios, sus miembros predicaban con el ejemplo. Su tendencia estudiosa no se relajó al contacto enervante de la selva, residiendo ante todo su prestigio en el talento y en la virtud.
Uno de ellos, el P. Suárez, cosmógrafo distinguido, se construyó por su propia mano los instrumentos más necesarios de su ciencia: anteojos hasta de cinco pies, y un reloj astronómico, que marino tan competente como Alvear, tuvo por obra notable [2].
Hay todavía restos de cuadrantes solares en los pueblos jesuíticos. Puedo mencionar entre otros, uno restaurado en San Javier; otro bastante destruído en Concepción, pues el cubo donde está trazado lo picaron á cincel en busca de tesoros; y uno en la iglesia de Jesús (Paraguay) que los jesuitas dejaron inconclusa. Estaba dedicado, sin