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gión; porque en cuanto á existir utilidad, ella es evidente [1].

Una estricta economía imperaba en las reducciones. Todos los productos eran almacenados, proveyendo los P.P. á la manutención de cada una, con la administración de los depósitos, y enviando el resto á Buenos Aires, de donde volvían en retorno efectos de consumo y ornamentos, previa deducción del tributo eclesiástico y civil.

Pero las necesidades de la población no eran grandes. Como tejidos, usaba exclusivamente el algodón, producido y labrado allá mismo, y andaba toda descalza. Su alimentación era también producto de la tierra, con la excepción única de la sal, que se importaba; sus viviendas no requerían ningún material extranjero; armas y pólvora, allá se fabricaban; lujo, no existía, pues la vida era para

  1. Falta el dato exacto, que sólo habría podido ser suministrado por el archivo jesuítico. Mucho se ha bordado al respecto, no faltando quien asegurara que dicho documento se hallaba en una estancia de Entre Ríos; pero los P.P., que recibieron noticias de su expulsión un año antes de efectuarse, tuvieron tiempo de enviarlo á Roma, donde estará seguramente. Los inventarios de los comisionados reales poco dan de sí, pues certifican un estado de cosas dispuesto con anticipación por los P.P.