taban la defensa del débil contra semejantes hordas de facinerosos sin ley; mas el problema que aquella implica, no es solamente sentimental. Reside ante todo en la desigual condición que creaba á los «paulistas» el privilegio jesuítico, con sus exenciones contributivas, y la intervención del gobierno para poner bajo tal influjo á los indios [1].
Tremenda fué su invasión de la Guayra. Entraron á sangre y fuego, con ánimo de arrasar para siempre el foco rival, y lo ejecutaron casi sin oposición. Aquella soldadesca sugería horrores salvajes con su desarrapada masa, su armamento irregular hasta lo monstruoso, sus morriones de cuero crudo y sus corazas de algodón.
Lleváronse de calles toda resistencia, maltratando á los jesuítas que procuraron detenerlos, y aun asesinándolos como al P. Arias. Ni los ornamentos sagrados con que los encontraban revestidos, eran poderosos á contenerlos. Saquearon y profanaron lo mismo los hogares que las iglesias.
- ↑ Recién en 1679, se limitó á 12.000 arrobas la exportación de yerba de los pueblos jesuíticos, que la habían hecho alcanzar a 50.000.