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Los indios sólo adoptaron, pues, la exterioridad del nuevo culto, sin que esto perjudique á la intención de sus misioneros, pues por algo había que empezar; pero no está probado que salieran de allí. Fué una sustitución de s idolatría, mísera y rudimentaria, por otra, llena de ceremonias aparatosas, en las cuales era dado participar con trajes de viso y títulos que halagaban la pasión del fausto, tan dominante en el indio. El estilo charro, característico de los ornamentos y templos jesuíticos, estaba más próximo de su mentalidad que la severa belleza de los tipos clásicos, con su exceso decorativo que los P.P. exageraron todavía.

Fiestas patronales de los pueblos, y onomásticos del Rey, han dejado en las crónicas un recuerdo de lujo bárbaro, que revela con significativa elocuencia el método.

Todo era, naturalmente, religioso. Los recamados ornamentos resplandecían al sol; aguas perfumadas servían en las ceremonias. Había profusión de incienso y de repiques; y por sobre todo, esta suprema vinculación de la gratitud primitiva con la religión que ocasionaba los festejos: aquel era el día de banquetear y vestirse bien. Familias