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lidad y excelente clima, que prometían grandes compensaciones al trabajo inteligente, no es arriesgarse hasta lo fantástico suponer que la idea del Imperio fué concebida desde entonces.

Los jesuítas eran demasiado expertos, para no comprender que la restauración teocrática no prosperaría ya en Europa; pero poseían al mismo tiempo bastante decisión, para aprovechar aquella coyuntura experimental que se les ofrecía. Sus misiones de Asia, no podían aspirar á influir sobre la política de imperios constituídos, que supieron oponerles con eficacia el prestigio de religiones organizadas; mas la orden era eminentemente política, á causa de sus procedimientos modernos, y no se resignaba á proceder como una de tantas. Acogió, pues, gozosa la ocasión que se le presentaba en aquel manso país, con la rudimentaria estructura social de sus tribus, como una masa plástica sensible á cualquier presión, entrando acto continuo á realizar el vasto plan.

Fué el primer paso, la erección de la provincia espiritual del Paraguay, que el quinto General de la Compañía, P. Claudio Aquaviva, efectuó en 1604. El año anterior, Hernandarias había realizado una