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También así eran de tremendas sus penurias. La naturaleza oponía de sobra la resistencia que el aborigen no supo organizar; y si aquel desenfreno de los instintos, tan característico de la guerra, trajo consigo, como parece, la obstinación demostrada por los conquistadores, en un verdadero apogeo de fuerza bruta, justo es confesar que á él se debió la conquista.

Schmídel nos ha dejado en su narración, un cuadro por demás interesante sobre aquellas exploraciones de la selva tropical. Se refiere á la que, capitaneada por Hernando de Rivera, envió Alvar Núñez para descubrir el imperio de las Amazonas.

Una vaga relación de los indios, á la que mezclarían, como es natural, sus mentiras de práctica, embrollándola más aún con su costumbre de adherirse á cuanta conjetura se les propone-decidió la expedición.

El fantástico imperio quedaba, según sus inventores, á dos meses de viaje por la selva inundada; pero ni esto arredró á los exploradores. Tribus, terreno, arboledas, animales, régimen meteorológico de la región, todo les era descono-