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raníes, que estalló en los comienzos de su gobierno, ello debe atribuirse á la extraordinaria dureza con que los trató su antecesor Mendoza. Por lo demás, la defensa del suelo nativo es un movimiento natural, que no denuncia en quien lo ejecuta una maldad ingénita; y en cuanto á la nación guaraní, los hechos citados bastan, me parece, para demostrar su buena índole.

De este modo, el habitante y el suelo no oponían á la conquista sino un obstáculo pasivo. Uno y otro requerían tan solo empresas organizadas para rendir pingües ganancias, en proporción, naturalmente, del ingenio con que se explotara sus condiciones.

La gran variedad de los productos, garantía desde luego un sistema de trabajos en rotación, que suponía la vida completa bajo todas sus fases. Las tribus dispersas por la extensión de la selva, nada podían hacer, pues para ellas no existía tal variedad, limitada su vida á pegujares estrechos y adventicios. El escaso número de sus miembros, así como su permanente estado de guerra, imposibilitaban por completo cualquier idea de explotación sedentaria; pero habían conservado virgen