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costumbre á los carios; pero éstos debían de ser tan poco feroces, que no vacilaron en prestar juramento de fidelidad á Irala, estableciéndose en colonia, y siendo entre todos los indios sojuzgados por dicho conquistador, los únicos que lo hicieron sin oponer resistencia.

Por último, Barco Centenera, para no citar rápsodas, lo afirma también en su fastidiosa crónica rimada (10.752 versos!); pero ella no es sino un tejido de leyendas pedantes y patrañas ridículas, tomadas por historia á falta de otra, y á causa de haber sido testigo presencial el autor. Esto ha bastado con harta frecuencia para dar por buenos los papeles de la conquista, citándolos al montón, sin asomo de crítica. Tal sucede, entre otros, con este autor.

Al honesto arcediano le salían sirenas en los esteros (canto XIII); sus indias se llamaban Liropeyas; daba así mismo como cierta la leyenda de la tremebunda serpiente curiyú (canto III); y si las crueldades de los salvajes le inspiran (canto XV) horrendos detalles sobre empalados y sepultados vivos, en las dos estrofas siguientes (la 36a y 37a) narra la manera como se salvó de