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Algunos componían grupos sedentarios, que no duraban mucho, estableciéndose en las vecindades de los ríos. Carpían á fuego un trozo de terreno, con un palo puntiagudo á guisa de arado, abrían, poco después de llover, agujeros donde sembraban maíz, papas, zapallos y mandioca-sistema que todavía se usa en el Paraguay. Nadadores y remeros notables, tripulaban canoas labradas á fuego en los troncos del guabiroba, que les ha dado su nombre genérico, y así embarcados, á veces por días enteros, pescaban y cazaban. Su ardid más civilizado, consistía en usar de señuelo cotorras domésticas para sus cacerías. Sobre éstos gozó de su mayor influencia el jesuíta; pero tanto unos como otros abandonaban difícilmente el bosque, á no ser urgidos por el hambre y durante el menor plazo posible.

La miseria en que se hallaban, dificultó la poligamia á que tendían; siendo generalmente monógamos, salvo los hechiceros y caciques.

Dominados por la más elemental idolatría, ésta misma no los preocupaba mucho. Algún árbol sagrado ó serpiente monstruosa, formaban sus fetiches de conjuración contra las borrascas, a las