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El clima ardiente les permitía una desnudez casi total, que apenas interrumpían en algunos, un ponchito terciado al hombro, y un casquete, tejido, así como la prenda anterior, con fibras de palmera. Poníanle á veces plumas á guisa de adorno, y en igual carácter llevaban ajorcas y pulseras trenzadas con el pelo de sus mujeres. He mencionado ya el barbote, generalmente formado por un cristal de cuarzo. Las mujeres agregaban al "traje" descrito, un delantalillo duplicado á veces en taparrabo, y pendientes de semillas ó conchas. Los actuales indios cainhuá del Paraguay, conservan muchas de estas peculiaridades.

La indumentaria de guerra era un poco más complicada. Una corona de cuero, ornada de vistosas plumas, reemplazaba al casquete descrito; pinturas trazadas con tabatinga y almagre, cubrían el cuerpo del guerrero, imitando pieles flavas de anta ó de jaguar; y rodeaban su garganta sonoros collares de uñas ó dientes bravíos. Las pinturas, eran como quien dice el traje de parada, pero existía el tatuaje en ambos sexos, á modo de distintivo nacional.

Por armas llevaban el arco y las flechas; la ma-