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fuera difícil, ora por la evolución laboriosa de la arcilla, ora por ser muy nuevos los terrenos. Así, las Misiones propiamente dichas, se prestan poco á la cría de ganados. Las praderas no producen durante el invierno más que pastos muy duros-espartillo casi en su totalidad-y el bosque es más escaso todavía. Los ganados enflaquecen horriblemente y sucumben en grandes cantidades; pues el recurso de darles á comer ciertas palmeras y bambúes, es demasiado costoso para dehesas un tanto crecidas. Durante el verano, las cosas andan poco mejor, no existiendo en realidad otro forraje natural que la gramilla de los terrenos pantanosos, con su precario rendimiento. Sólo el maíz, que da casi siempre dos cosechas, y algunas veces tres por año, podría compensar tal escasez, como elemento de ceba; pero queda otro inconveniente más grave aún: quiero referirme á la falta de sal, que no existe sino en pequeños ribazos de terreno vagamente salitroso, preferidos por los animales del bosque, aunque de todo punto insuficientes para grandes rebaños. La sarna, la tuberculosis y las afecciones intestinales, causan estragos al faltar ese elemento,