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6 — El Gaucho

Eran los días del apuro
Y alboroto pa el hembraje,
Pa preparar los potajes
Y osequiar bien á la gente,
Y ansí, pues, muy grandemente,
Pasaba siempre el gauchaje.

Venía la carne con cuero,
La sabrosa carbonada,
Mazamorra bien pisada,
Los pasteles y el güen vino...
Pero ha querido el destino,
Que todo aquello acabára.

Estaba el gaucho en su pago
Con toda seguridá!
Pero aura... barbaridá!
La cosa anda tan fruncida,
Que gasta el pobre la vida
En juir de la autoridá.

Pues si usté pisa en su rancho
Y si el alcalde lo sabe
Lo caza lo mesmo que ave
Aunque su mujer aborte...
No hay tiempo que no se acabe
Ni tiento que no se corte!

Y al punto dése por muerto
Si el alcalde lo bolea,
Pues hay no más se le apea
Con una felpa de palos,—
Y después dicen que es malo
El gaucho si los peléa.

Y el lomo le hinchan á golpes,
Y le rompen la cabeza,
Y luego con lijereza,
Ansí lastimao y todo,
Lo amarran codo con codo
Y pa el cepo lo enderiezan.

Ay comienzan sus desgracias,
Ay principia el pericón;
Porque ya no hay salvación,
Y que usté quiera ó no quiera,
Lo mandan á la frontera
O lo echan á un batallón.

Ansí empezaron mis males
Si gustan... en otros cantos
Les diré lo que he sufrido—
Lo mesmo que los de tantos,
Despues que uno está... perdido
No lo salvan ni los santos.


III


Tuve en mi pago en un tiempo
Hijos, hacienda y mujer,
Pero empecé á padecer,
Me echaron á la frontera,
¡Y qué iba á hallar al volver!
Tan solo hallé la tapera.

Sosegao vivía en mi rancho
Como el pájaro en su nido—
Allí mis hijos queridos,
Iban creciendo á mi lao...
Solo queda al desgraciao
Lamentar el bien perdido.

Mi gala en las pulperías
Era en habiendo más gente,
Ponerme medio caliente,
Pues cuando puntiao me encuentro,
Me salen coplas de adentro
Como agua de la virtiente.

Cantando estaba una vez
En una gran diversión;
Y aprovecho la ocasión
Como quiso el Juez de Paz...
Se presentó, y hay no más
Hizo arriada en montón.

Juyeron los más matreros
Y lograron escapar—
Yo no quise disparar—
Soy manso y no había porqué—
Muy tranquilo me quedé
Y ansí me dejé agarrar.

Allí un gringo con un órgano
Y una mona que bailaba,
Haciéndonos rair estaba,
Cuanto le tocó el arreo—
¡Tan grande el gringo y tan feo!
Lo viera cómo lloraba

Hasta un inglés zangiador
Que decía en la última guerra,
Que él era de Inca­la­perra
Y que no quería servir.
Tuvo tambien que juir
A guarecerse en la sierra.