Hay algo mas todavía en la obra del señor Hernandez, que no puede pasar desapercibido para ninguna persona inteligente y de mediana instrucción.
Se moteja y se tacha al señor Hernández de prosaico y de insoportable, y sin embargo —salvo rarísimos períodos— la obra que nos ocupa está completamente encadenada y sujeta, no solamente á los invariables principios de la estética, sino también á los de la mas sana filosofía, si bien puestos al alcance de los críticos mas obtusos.
Esta encadenada á los principios de la estética, porque no habiendo paleta cuyos colores compitan con la palabra humana, ésta se amolda admirablemente al lenguaje del gaucho, á fin de que no palidezcan en nuestra imaginación las imágenes de Martin Fierro, de Cruz y del viejo Vizcacha; pinturas todas que pueden competir, á pesar de la diferencia de género, con las de algunos clásicos europeos. La verdad y el colorido de ellas, nos hacen sentir y pensar, obligándonos a terminar la lectura del libro una vez abierto, y hasta, si se nos permite la frase, llorar cuando ellos lloran y reir cuando ellos rien. Si la estética, es la ciencia de la sensibilidad debo confesar que Martin Fierro está sujeta á los principios que ella establece, por cuanto su lectura me ha causado diversas emociones é impresiones.
Considerada la obra que me ocupa... bajo el punto de vista filosófico, debo confesar también que su filosofía es tanto mas valiosa cuanto es mas original.
No se verán en ella máximas tomadas de Kant, de Spencer, de Ribot, de Aristóteles ó de otros filósofos, pero en cambio, las que Hernandez pone en boca del viejo Vizcacha, de Martin Fierro y del payador moreno, son además de ser concisas y claras, tan originales como los refranes que Cervantes pone en la de Sancho, ó las máximas que oportunamente coloca el mismo autor en la de Don Quijote.
Los dichos, pues, refranes, ó máximas de que está sembrada, tanto la ida como la vuelta de Martin Fierro, constituyen la filosofía popular, expresada en lenguaje gauchesco, con expresiones y modismos puramente locales, pero cuyo fondo de verdad no puede negar ninguna persona instruida.
Voy á terminar; Martin Fierro es una obra que descansa en sólidas bases: es el producto de la observación y de la experimentación, por cuanto refleja en unas cuantas individualidades, identificándose con ellas, toda una raza entera, que el progreso moderno, en sus múltiples manifestaciones, se ha encargado de hacer que desaparezca.